domingo, 20 de marzo de 2016

El monolito de Sa Feixina, una oportunidad que no debería perderse en educación de valores.

El monolito de Sa Feixina, una oportunidad que no debería perderse en educación de valores.

Desde que el actual equipo de gobierno municipal de Palma de Mallorca ha decidido derruir el monolito de Sa Feixina, se han ido sucediendo los actos, las declaraciones, y las peticiones, para que esta decisión se revoque y no se lleve a cabo. Han sido diversos los colectivos vecinales, grupos de protección del patrimonio histórico, y diferentes personas las que han llamado a repensar la intención municipal, escudada en un acuerdo electoral o de gobierno.
Actualmente, y después de la reforma que el gobierno socialista de Aina Calvo llevó a cabo en el monolito -recordemos que se retiraron los símbolos franquistas y la mayoría de elementos escultóricos, convirtiendo al monumento en un recordatorio a todos los muertos durante y después de la Guerra Civil, de acuerdo con la ley de Memoria Histórica- el monolito ocupa el centro de un espacio ajardinado. Su estética podrá gustar más o menos, pero representa una escuela determinada dentro del panorama artístico de la época. No es una cuestión de gustos lo que se dirime. E independientemente de sus valores artísticos, hay que considerar los valores patrimoniales que, como monumento, ha generado con el paso del tiempo. Es cierto que nació como monumento de exaltación franquista, sobre unos hechos luctuosos como fue el hundimiento del crucero Baleares con el resultado de cientos de fallecidos, muchos de ellos mallorquines. Es cierto que era un buque de guerra, y es cierto que sus acciones provocaron también muchos muertos inocentes. Es cierto que hoy hay personas que se sienten identificadas con el monumento pues es un recordatorio de familiares que perecieron en su naufragio. Y es cierto tambien que otras lo ven como un símbolo de represión y de guerra. Hay que entender ambas posturas. Pero no comparto las posturas extremistas que desvirtuan el fondo de una y otra parte. Sin embargo, la destrucción del monolito no podrá borrar los hechos de la historia. Los hechos fueron los que fueron, y pasó lo que pasó. Destruyendo el monolito no se reescribirá la historia.
En un primer artículo que escribí sobre ello hace algunas semanas, planteaba la idea de aprovechar este monumento no destruyéndolo, sino potenciando sus valores educativos. La oportunidad que se nos presenta para conseguir una buena interpretación de la historia, empleando el monumento, y lo que representó en su dia, para convertirlo en un referente de conciliación, de proyecto común de sociedad, es única. Ponía como ejemplos monumentos mucho más terroríficos que no solo no fueron destruidos, sinó que se aprovecharon para elaborar una herramienta pedagógica con el objetivo de concienciar a toda la sociedad de los hechos brutales protagonizados por el ser humano, con el objetivo de no repetirlos y de educar en valores. Visitar los castillos negreros de Ghana es una experiencia que te marca para siempre. Y hoy en día son visitados por miles de personas. Algunos de ellos han sido musealizados con rigor -miembros de la comunidad afroamericana han donado importantes cantidades de dinero para su musealización y mantenimiento-, y la experiencia tras su visita, aun siendo dura, es positiva. Lo mismo pasa con los campos de concentración nazis, algunos de los cuales se han convertido en ejemplos que nos permiten recordar el horror y extraer de ello nuevos argumentos para combatir la intransigencia y la maldad.
Uno de los ejemplos que más me gusta mencionar es el muro de Berlín. De ser un elemento de coerción y división de una sociedad -y de muerte en muchos casos-, ha pasado a ser un referente y símbolo de la unión, de la conciliación y del inicio de un proyecto común de socidad. La musealización del emplazamiento, siendo sencilla, es impactante. Y la lección que han dado los alemanes con ello, a tener en cuenta para todas las sociedades europeas.
Por eso no puedo entender como se insiste en demoler un monumento -Sa Feixina- que puede convertirse en un ejemplo de conciliación, de superación y de concienciación sobre nuestra historia y de las lecciones que podemos extraer de ella para no caer en los mismos errores.El castillo de Bellver sirvió como prisión durante muchos años. ¿Habría que demolerlo por ello?. Las canteras de Robadones (Es Castell) sirvieron como provisional campo de concentración después de la Guerra Civil en Menorca. ¿Habría que clausurarlas o demolerlas?. La penitenciaria de La Mola tuvo fama de ser uno de los penales más duros de Baleares, y donde uno y otro bando cometieron autenticas barbaridades. ¿También habría que demolerla?. 

La demolición del monumento pondrá en evidencia nuestra falta de ideas para tratar adecuadamente su significado. Y mucho me temo que la demolición del mismo reforzará la idea original con que fue erigido, que es la que precisamente -y de forma equivocada- pretende eliminar el actual equipo de gobierno. La demolición provocará además, que este hecho -su destrucción- pase de nuevo, a la historia de los elementos patrimoniales perdidos. A la historia de una ciudad que tiene un patrimonio histórico espectacular, pero que también ha sufrido mucho y que no siempre ha sido bien tratado. Sumarle la destrucción del obelisco no es la mejor carta de presentación para una ciudad que está preparando su presentación como patrimonio mundial ante la UNESCO. La destrucción del obelisco pondrá en evidencia, precisamente, la intransigencia y la falta de ideas para superar un conflicto. Destruir el monolito de Sa Feixina no es el mejor ejemplo, en pleno siglo XXI, para combatir las ideas totalitarias y exclusivistas que están surgiendo de forma alarmante en nuestra sociedad. Se consigue precisamente el efecto contrario.   

Jardines, obelisco y entorno de Sa Feixina. Fotos: Simón Gornés.