El
monolito de Sa Feixina, una oportunidad que no debería perderse en educación de
valores.
Desde que el actual equipo de gobierno municipal de Palma de Mallorca
ha decidido derruir el monolito de Sa Feixina, se han ido sucediendo
los actos, las declaraciones, y las peticiones, para que esta
decisión se revoque y no se lleve a cabo. Han sido diversos los
colectivos vecinales, grupos de protección del patrimonio histórico,
y diferentes personas las que han llamado a repensar la intención
municipal, escudada en un acuerdo electoral o de gobierno.
Actualmente, y después de la reforma que el gobierno socialista de
Aina Calvo llevó a cabo en el monolito -recordemos que se retiraron
los símbolos franquistas y la mayoría de elementos escultóricos,
convirtiendo al monumento en un recordatorio a todos los muertos
durante y después de la Guerra Civil, de acuerdo con la ley de Memoria Histórica- el monolito ocupa el centro de
un espacio ajardinado. Su estética podrá gustar más o menos, pero
representa una escuela determinada dentro del panorama artístico de
la época. No es una cuestión de gustos lo que se dirime. E
independientemente de sus valores artísticos, hay que considerar los
valores patrimoniales que, como monumento, ha generado con el paso
del tiempo. Es cierto que nació como monumento de exaltación
franquista, sobre unos hechos luctuosos como fue el hundimiento del
crucero Baleares con el resultado de cientos de fallecidos, muchos de
ellos mallorquines. Es cierto que era un buque de guerra, y es cierto
que sus acciones provocaron también muchos muertos inocentes. Es
cierto que hoy hay personas que se sienten identificadas con el
monumento pues es un recordatorio de familiares que perecieron en su
naufragio. Y es cierto tambien que otras lo ven como un símbolo de
represión y de guerra. Hay que entender ambas posturas. Pero no
comparto las posturas extremistas que desvirtuan el fondo de una y
otra parte. Sin embargo, la destrucción del monolito no podrá
borrar los hechos de la historia. Los hechos fueron los que fueron, y
pasó lo que pasó. Destruyendo el monolito no se reescribirá la
historia.
En un primer artículo que escribí sobre ello hace algunas
semanas, planteaba la idea de aprovechar este monumento no
destruyéndolo, sino potenciando sus valores educativos. La
oportunidad que se nos presenta para conseguir una buena
interpretación de la historia, empleando el monumento, y lo que
representó en su dia, para convertirlo en un referente de
conciliación, de proyecto común de sociedad, es única. Ponía como
ejemplos monumentos mucho más terroríficos que no solo no fueron
destruidos, sinó que se aprovecharon para elaborar una herramienta
pedagógica con el objetivo de concienciar a toda la sociedad de los
hechos brutales protagonizados por el ser humano, con el objetivo de
no repetirlos y de educar en valores. Visitar los castillos negreros
de Ghana es una experiencia que te marca para siempre. Y hoy en día
son visitados por miles de personas. Algunos de ellos han sido
musealizados con rigor -miembros de la comunidad afroamericana han
donado importantes cantidades de dinero para su musealización y
mantenimiento-, y la experiencia tras su visita, aun siendo dura, es
positiva. Lo mismo pasa con los campos de concentración nazis,
algunos de los cuales se han convertido en ejemplos que nos permiten
recordar el horror y extraer de ello nuevos argumentos para combatir
la intransigencia y la maldad.
Uno de los ejemplos que más me gusta mencionar es el muro de
Berlín. De ser un elemento de coerción y división de una sociedad
-y de muerte en muchos casos-, ha pasado a ser un referente y símbolo
de la unión, de la conciliación y del inicio de un proyecto común
de socidad. La musealización del emplazamiento, siendo sencilla, es
impactante. Y la lección que han dado los alemanes con ello, a tener
en cuenta para todas las sociedades europeas.
Por eso no puedo entender como se insiste en demoler un monumento
-Sa Feixina- que puede convertirse en un ejemplo de conciliación, de
superación y de concienciación sobre nuestra historia y de las
lecciones que podemos extraer de ella para no caer en los mismos
errores.El castillo de Bellver sirvió como prisión durante muchos años. ¿Habría que demolerlo por ello?. Las canteras de Robadones (Es Castell) sirvieron como provisional campo de concentración después de la Guerra Civil en Menorca. ¿Habría que clausurarlas o demolerlas?. La penitenciaria de La Mola tuvo fama de ser uno de los penales más duros de Baleares, y donde uno y otro bando cometieron autenticas barbaridades. ¿También habría que demolerla?.
La demolición del monumento pondrá en evidencia nuestra falta de
ideas para tratar adecuadamente su significado. Y mucho me temo que
la demolición del mismo reforzará la idea original con que fue
erigido, que es la que precisamente -y de forma equivocada- pretende
eliminar el actual equipo de gobierno. La demolición provocará
además, que este hecho -su destrucción- pase de nuevo, a la
historia de los elementos patrimoniales perdidos. A la historia de
una ciudad que tiene un patrimonio histórico espectacular, pero que
también ha sufrido mucho y que no siempre ha sido bien tratado.
Sumarle la destrucción del obelisco no es la mejor carta de
presentación para una ciudad que está preparando su presentación
como patrimonio mundial ante la UNESCO. La destrucción del obelisco
pondrá en evidencia, precisamente, la intransigencia y la falta de
ideas para superar un conflicto. Destruir el monolito de Sa Feixina
no es el mejor ejemplo, en pleno siglo XXI, para combatir las ideas
totalitarias y exclusivistas que están surgiendo de forma alarmante
en nuestra sociedad. Se consigue precisamente el efecto contrario.
Jardines, obelisco y entorno de Sa Feixina. Fotos: Simón Gornés. |